El último cuento.
Nadie encendió el televisor
en el prostíbulo de los secretos,
la noche en que las gacelas
se emborracharon con ginebra.
Un cuchillo desafilado, no fue útil,
en las manos del huérfano.
La madre lo lloró.
Se oyó a alguien preguntar,
-¿alguien vio el control remoto?-
mientras otro prendía tres velas
a Magdalena.
¡Sangre en el tejado!
¡Sangre en el tejado!
Que no se ensucie la azotea,
Límpiense los pies antes de subir.
La madre acunó al niño,
y le leyó el último cuento,
lo arropó con unos trapos viejos
bajó las escaleras,
y encendió el televisor.
en el prostíbulo de los secretos,
la noche en que las gacelas
se emborracharon con ginebra.
Un cuchillo desafilado, no fue útil,
en las manos del huérfano.
La madre lo lloró.
Se oyó a alguien preguntar,
-¿alguien vio el control remoto?-
mientras otro prendía tres velas
a Magdalena.
¡Sangre en el tejado!
¡Sangre en el tejado!
Que no se ensucie la azotea,
Límpiense los pies antes de subir.
La madre acunó al niño,
y le leyó el último cuento,
lo arropó con unos trapos viejos
bajó las escaleras,
y encendió el televisor.
1 Comments:
Me gusta tu forma de relato corto, creás un clima interesante y palpable.
Saludos voladores
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